- TRAS LA DANZA DE RANYART -
"... La danza de Ranyart
comenzaría la llamada..."
(Jon
Anderson)
(Poema
basado libremente en el fantástico trabajo musical "Olias of
Sunhillow", de Jon Anderson en 1976)
(http://youtu.be/dFLr6OM_hS4,
enlace para escuhar el disco en su totalidad)
Para Jeremy Williams
por sugerirme este poema.
Bajo su túnica no había firmeza:
una larga lengua rasgando el celeste
navegando a bordo de Moorglade.
Viento encolerizado
que sembraba de acordes
los huecos del universo.
Se ladeó el orden cósmico
hasta que la negrura fue táctil,
manejable en una ebriedad
que hizo romo el filo de una estrella
y un virtual engranaje novedoso
chirrió y chirrió remolón
hasta que su queja fue noche estéril,
un plenilunio cegador y decisivo.
"Sunhillow es la luz del agua,
la respuesta a la longeva pregunta
en la sencillez del espacio
que abraza el sueño....",
decía Olias, apoyado en su báculo de
hielo,
y señalando el ojo de la nave
como si a un hocico preponderante
le indicara la cercanía del infinito.
Qoquaq cantaba al unísono de los
motores
una conocida letanía de las tribus de
Sunhillow,
una explosión de energía colectiva
que cautivaba a los seres de la nave
en el estado superior transic
donde el abrazo es la fuerza eficaz
y la espesura del sueño la certeza.
Cuando descuelga su labio la sonrisa
boba,
Ranyart acaricia la alfombra azulada
de los Jardines de Geda.
Resuena en su platillo una moneda
y escucha el báculo de Olias
taconeando la nave:
su rizada barba teloneando sus pies,
su mirada clara y altiva taladrando
la noche luminosa,
la vecindad a lo eterno.
Rememora, entre la senda de arrugas
alrededor de sus pitarrosos ojos,
ante la indiferencia de los que pasan
erguidos a su lado,
aquella cascada de alegría
cuando el sueño colectivo
hizo pie en la Tierra.
Su primer paso de mano de Olias
al ralentí del verso sostenido de
Qoquaq
(un silbido hermoso ralentizando los
motores de Moorglade)
y la expectación de todos los demás,
atrás,
atrás,
cada vez más atrás,
cada vez más distantes y efímeros.
Desde la montaña más alta
fue descendiendo con los ojos
clavados en las estrellas.
La Moorglade partió
y Ranyart, el líder escogido,
bajó la mirada hasta el núcleo de
neón
que chisporroteaba bajo el cielo
raso.
La nave rugió una despedida armoniosa
desde un punto incandescente,
y Ranyart siguió caminando.
En el albergue de acogida
Ranyart se cambia de ropa interior.
Le ofrecen vino en un brick manoseado
y cuando lo rechaza y argumenta
(la boca ladeada de renegridos
dientes):
"Uno con el universo y alejados
todos al sol",
estalla una risotada metálica
que él acoge con su sonrisa boba
escuchando el latir de Moorglade.
Kabalcanty.copyright©Agosto2013
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