- HASTA LA
VÍSPERA, KABALCANTY -
Como ocurrió otras veces,
Kabalcanty se ausentará.
Dejará su perfume dulzón de Dior y
su sombrero
colgados a la punta de la estrella
en ese celaje
que habita la noche en el rincón
del armario.
Volverá a amigarse con las pelusas
y el polvo,
sus viejos confidentes que oscilan
sus versos
desde la levedad de su orbe siempre
recóndito,
ajenos a la pulcritud, encaneciendo
el tiempo.
Nos despediremos sin palabras,
disimulando
la sombra siamesa que nos infiltra
las carnes
y que nos desgarra de cabeza a pies
y que enjaretaremos con ropajes
vistosos
para que la infección de la herida
no perturbe el trazo de nuestra
sonrisa.
La plaga de la rutina tornará a su
hedor
y en los sueños brotará la
callosidad
para que comulguen con la espina
real
y limpien lo superfluo de sus poros
al baño del guiño perenne de un
escaparate.
Y aún antes de separarnos, manda el
rito,
nos abofeteará la subsistencia con
saña,
carcajeándose en un pliegue de
madrugada,
sin testigos, sin huellas que nos
duelan.
Mas en el extremo del sebo que nos
une,
en la filigrana que nos acabará
emergiendo,
nos rozaremos las pieles y
chispearemos
un rastro cristalino que no
dijimos,
el que se enfundó al cobijo de las
noches,
tan rebosantes de cerveza y
cigarrillos,
y que, en un soslayo, nos moriremos
por verdecer.
Kabalcanty.copyright©
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