- UN MISMO
RASERO -
Decapitado, erguido su tronco como
certidumbre,
se pudre en el páramo entre días y
noches.
Le rehúyen los buitres y el bullir
de los gusanos,
pero apesta solitario a las narices
del viento.
Murió tan diferente como le
parieron,
y vivió tan estúpidamente como
todos los mortales:
amarrado a una conciencia y
confiándose libre.
Ahora ya dejó de bregar contra si,
contra todos,
perdió la cabeza en un lance
fortuito
cuando La Muerte andaba de copas,
deslucida.
Pero su silueta inerte, dormitando
la podredumbre,
quedará igual de silente que con
sepultura,
abandonada e inidentificable en
meses,
sin rasgos que la diferencien de un
grano
de tierra que se somete a la
ventisca.
Kabalcanty.copyright©
(Fotografía: Enzzo
Barrena)
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