(DESDE MI CANTO)
No
dejemos en un vahído
al
tiempo del beso,
esa
fe del espíritu en la carne
que
clarea oquedades
en
el errante acoso del ego.
No
posemos el pensamiento
en
devaneos cosmopolitas
anclados
en tercera persona,
oigámonos
al pairo
de
nuestra verdad,
toda
oídos,
toda
opinión,
toda
pie.
Que
hablen las lenguas enfermas
en
frases al son de la demagogia,
en
apariencias dignas del putrefacto,
o
en escondrijos chillones
como
ecos de ataúd,
creyentes
poseedores de la piedra filosofal.
No
huyamos del vencido
atrapado
en el asfalto de la urbe,
sumergido
con las tenazas de la soledad.
Demos
unas vacaciones a las piernas
retrepándonos
por debajo de la rutina,
dónde
el hambre nos aconseja alimento,
dónde
lunas son noches,
postergando
al reloj
a
su siesta de horas.
Dejemos
de escalar hombros
para
confirmar la altura.
Huela
nuestra mirada
a
jirón de alma
prendido
de una larga estela
de
turgentes nubes.
Vayamos
soplando a la lejanía,
a
este pesimismo integral,
a
veces tan pérfido,
escondido
tras calurosas sonrisas.
Kabalcanty© 1982
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