Hay días en los que siento al sol
tensarse sobre mi piel, en los que reconozco al suelo como mío, en los que la
facultad de creer es un imponderable que puedo amasar como plastilina y figurármelo
risueño con unos ojos de par en par. Hay días, como el de hoy, que me siento
codo con codo con la multitud, que no recelo del vello de mi entrecejo de las
pinzas de la pobretería política ni de los ogros financieros, que me siento y
miro al cielo ( un banco público frente al que corre una bola de papel dando
saltitos sobre la acera) y lo constato sujeto a las alturas y apacible. Así
como el día de hoy donde no me atasco y me sujeto al goce de la mano de mi
compañera, a su amor insensato (acaso como todos los amores verdaderos), a sus
ojos que siempre fueron a pesar de, al vaivén que parece renacernos. Días, como
este de Abril, magníficos, permítaseme magnificados sólo por hoy, sublimados
entre casualidad y talante, totales sin esperar el pulido in extremis de la
noche, confiados al bálsamo de la vista franca y precedente, vividos pletóricos
sin más. Días, día también, en los que te niegas a dar cabida al nubarrón que
hace apenas unas horas ha ensombrecido la ciudad de Boston. Pero todos sabemos
el dicho: siempre hay algún imbécil que lo fastidia cuando todo pinta demasiado
bien.
Kabalcanty©2013
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