- LO QUE
NOS CUENTAN LOS MORTALES -
Cuando nos derrumbamos, en las
afueras del camino transitable, pronto fuimos pasto de las moscas, sin que
nuestro recuerdo luciera de forma particular. Los que deambulaban por la
firmeza del empedrado tenían sus quehaceres en la mente y la posibilidad de
transitar con los pies de plomo.
El enjambre de moscas que nos
cubría nunca fue noticia para ellos.
Al parecer, después hubo una
tormenta que se empecinó entre los riscos y sembró lodo ácido que erupcionaba
la piel.
Como nosotros, algunas moscas
murieron. Mostrábamos roderas en nuestros cuerpos yertos salpicadas de
bulliciosos insectos sobrevivientes.
Sé que era otoño, y que en nuestro
desmoronamiento hallamos una placentera calma.
Los que habrían de derrumbarse más
tarde, mujeres y hombres que copularían sin tiento, escribirían con un tizón de
nuestras ascuas frases inconexas sobre nuestro breve rastro.
Se cuenta que un quizás
esquizofrénico, el más desheredado de todos, uno que gritaba palabras sólo
cuando la Luna no era demediada, ese que condujo un poema con algunas frases
inconexas y lo enterró a la linde del empedrado.
El eco de un chinazo precipitado al
vacío siempre lo festeja.
Cuando nos derrumbamos, después de
otros y antes que los demás, hubo una pausa ficticia con sospecha duradera.
Minutos longevos debieron parecer a
un suicida que cayó exhausto al correr jubiloso.
En un poco más, trémula, surgió
otra planta sin tallo, y tras varios traspiés, aplastó su flor contra el lodo
que llovería.
Kabalcanty.copyright©
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