"¿Qué sentido tiene mirar la vida
desde un monitor?". Me pregunté, soñoliento y observando las costuras de
la noche. Me sedujo el contoneo de los visillos de la ventana y el posterior
zumbido de la calle que me trajo el latido, como el despertar de la anestesia.
Abrí de par en par las hojas de la ventana y estiré el cuello inverosímil hasta
que erradiqué el efluvio catódico en el cuerno astillado de la Luna. El
ventilador de la computadora era una brisa por amanecer.
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