- PUERICIA -
Niño solitario que
desmenuzaba
soliloquios a un
fantasma de siestas
espesas y en vela,
musitando silente
preguntas y respuestas
al imaginario
del adulto que no
sería y presagiaba
en aquel cuarto
estival sin ventanas.
Aparecían Jim West, El
túnel del tiempo,
Viaje al fondo del
mar, Perdidos en el espacio
y el señor Spock
enarcando las cejas,
desalojándome de
sigilos en el patio,
aquel claustro
infinito y libérrimo
donde vociferaba mis
miedos sudoroso,
chutando un balón
garbancero en una chapa,
jurando oficios bajo
la ropa tendida,
o escurriendo amores
por una rendija
entre un oído y mis
labios, funámbulo
entre el secreto y la
mordaz certeza.
Corría, corría, corría
de mí, ingenuo,
junto a mi hermana, yo
al pico de la terraza
(mi rostro divisando
el alto de la cuesta),
esperando a mi madre y
a ella, acodado
a la inmediatez del
cuartito abuhardillado,
a su olor a óleo, a su
sibilino fondo,
a la partícula que
expandía tantos juegos
filtrándose por la
ojillos taladrados de la puerta.
Temía al pantalón
largo como al frío
que encarnaba mis
canillas demoliéndolas
bajo el vello,
arborizándolas pretéritas
tras un relieve, cada
vez más crujiente,
que se hinchaba
desconocido a mis espaldas.
Soñaba en invierno con
tórridos veranos
y en verano con
glaciales pesándome en las orejas;
tenía los ojos
cristalinos, sin varices,
y la barriga plana,
sin redondear sus bordes.
Kabalcanty©2012
(Collage de Franz Roh)
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