Al alcance de nuestros ojos cansados
teníamos todo lo restante,
atrás dejábamos la destrucción
que se retorcía en sus últimas
brasas.
Sonreíamos al azul incalculable,
consumidos de desesperaciones,
sin decir palabra alguna,
absortos en esa última estancia
indómita, acuosa y acogedora.
Bastó el paladar salino
para que nos adentráramos
convencidos en las aguas.
Kabalcanty©2011
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