PUNTO DE INFLEXION
Te
esperé en el bar Alemán
las
horas en las que quise
reflotarme
en el cubo de hielo
que
se deshizo en mi café.
Me
distingo en abril,
caminando
Princesa abajo,
sin
tino, sin pies verdaderos,
empujado
sólo por inercia.
Gentes
que acogen la calidez
con
livianas ropas festivas
y que, risueños a mi paso,
se
uniforman de bullanga.
No
pensaba en nada,
tiraban
de mí Gran Vía,
Castellana,
Santa María de la Cabeza.......
Volví
al bar en siete días,
con
un hatillo de esperanza
y
dos paquetes de “Ducados”.
Ya
no esperé tanto,
tal
vez menos de lo que creo.
Llamé
a tu casa
convencido
de tu enfermedad,
de
unos traviesos exámenes.
Pero
no. No estabas.
Habías
salido pronto,
pronto,
tan pronto
como
el sábado pasado.
Colgué
el auricular y salí.
El
tráfago orquestaba la tarde,
aquella
tarde calurosa,
infesta
de primavera.
Tomé
cervezas sin ganas,
sujetando
mi huesuda osamenta
sobre
barras que deletreaban
un
destello que se superponía
al
mutismo que se cernía fantasmal.
Erré
por un parque con niños,
evitando
siempre el jolgorio
maduro
de calles y avenidas.
Se
endurecía en mí
una
funesta compañera
que
primero me ciñó las piernas,
luego,
pecho y garganta,
hasta
que se coló en mis ojos.
Con
su humedad sentías frío,
el
horizonte siempre más allá,
su
silencio te punzaba las sienes,
mis
ojos ya eran sus ojos.
Cabalgaba
ella de día y de noche
disfrutando
de todos los desiertos
con
su zumbido victorioso
acompasando
mi respiración.
Otra
vez regresé al bar Alemán,
a
la hora de siempre,
pero
sólo observé por las cristaleras
los
huecos que no hallé:
todo
estaba límpido, barrido,
no
había nada cercano, familiar,
tampoco
había clientes, ni camareros,
puede
ser que tampoco estuviese el bar.
Puse
un pie en el espejismo,
pero
retrocedí de estampida
en
una carrera sin meta.
Una
lágrima, tan sólo una,
mereció
mi huída.
La
contuve hasta el no más,
salió
vencida, puntillosa de sangre,
arrebolada,
confusa, desvalida,
y
se condujo al bosque de mi bigote.
Después,
todo fue de lo más rutinario:
me
emborraché con unos amigos
para
armarme de alegría;
me
enamoré de los amores
que
tendía a diario en mi cuarto,
sin
ventilar por recelo;
me
compré camisas a rayas;
y
marché al ejercito
sin
opción a réplica.
Mi
funesta compañera y yo,
inseparablemente,
irreductiblemente,
irremisiblemente,
irrevocablemente,
irreprimiblemente,
irrefrenablemente,
irreversiblemente,
irretractablemente.
Kabalcanty©1980
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