Me apodo Kabalcanty y soy un poeta y escritor con varios libros publicados que deseo tener contacto con poetas y narradores de nueva cuña. ¡Hola amigos!
Nos gusta columpiarnos en la noche, cuando el cansancio de lo vivido no es solamente ruido y éxito, y más nos distrae envolver al futuro en sábanas y dormirlo del tirón. Casi siempre jugamos a emborracharnos, tenemos voluntades hedonistas que rebosan, y vemos a la Luna desmoronando cráteres que cuando estallan en el jardín nos llenan de una polvareda picante que nos hace reír hasta atragantarnos. A veces hacemos versos con vanidades y nos los lanzamos, saltando gozosos, como si fueran bocaditos de merengue, pues seducen como cometas apresurados entre todas las sombras conocidas. Nos tornamos como más sensibleros cuando aunamos las voces enredadas y entonamos un ritmo de los Creedence, que acabamos tosiendo, y en el climax, esculpidos en sombra, nos abalanza un Nessun dorma que lloramos abrazados a Puccini y malditos en la ventana de enfrente temblando su fluorescente como una realidad. Antes que el desgarro sanguinolento incite a la oscuridad a vaciarse, suficientemente sobrios y muy recelosos, nos adosamos a la fisura de un libro empolvado conteniendo la respiración y fundidos los ojos.
- ESCULPIDOS EN SOMBRA -
ResponderEliminarNos gusta columpiarnos en la noche,
cuando el cansancio de lo vivido
no es solamente ruido y éxito,
y más nos distrae envolver al futuro
en sábanas y dormirlo del tirón.
Casi siempre jugamos a emborracharnos,
tenemos voluntades hedonistas que rebosan,
y vemos a la Luna desmoronando cráteres
que cuando estallan en el jardín
nos llenan de una polvareda picante
que nos hace reír hasta atragantarnos.
A veces hacemos versos con vanidades
y nos los lanzamos, saltando gozosos,
como si fueran bocaditos de merengue,
pues seducen como cometas apresurados
entre todas las sombras conocidas.
Nos tornamos como más sensibleros
cuando aunamos las voces enredadas
y entonamos un ritmo de los Creedence,
que acabamos tosiendo,
y en el climax, esculpidos en sombra,
nos abalanza un Nessun dorma
que lloramos abrazados a Puccini
y malditos en la ventana de enfrente
temblando su fluorescente como una realidad.
Antes que el desgarro sanguinolento
incite a la oscuridad a vaciarse,
suficientemente sobrios y muy recelosos,
nos adosamos a la fisura de un libro empolvado
conteniendo la respiración y fundidos los ojos.
Kabalcanty. 2011.