jueves, 29 de diciembre de 2011

VAMPIRO



VAMPIRO



Una luna licantrópica recorta su figura,
encorvada, presta al salto, negra,
sobre la tapia tejida de enredadera sucia.
Su bálsamo late en el cuello de la joven
que duerme su ignorancia con azuladas capas
de príncipes que afrontan peligros por ella.
Suena la noche en el dormitorio
como pisadas de algodón en el parquet.
El reloj avisa con dos tañidos pudorosos.
Príncipe de tinieblas bruñido en la albura
de su faz, vertido en sus labios secos.
Se hunde en su cuello, loco, goloso,
como si libara el fermento de los dioses.
En ella, un estremecimiento dulzón,
desfallecer en pos de sus finos incisivos.
El eco de una erección le gatea piernas,
nubla el ascua de sus ojos, le recuerda.
Mas la sangre viva vence al desmayo,
le eleva, barbilla abajo en riada,
en alimento pleno vitoreando por sus venas.
Ella inerte, con la boca entreabierta,
huida en plasma hacia su vigor.
Se acerca, y la besa preso de arrebato;
y sin querer se va abrazado a una sombra.

jueves, 22 de diciembre de 2011

LAS ERAS DE MIS NAVIDADES


- LAS ERAS DE MIS NAVIDADES -


Cuando era niño las navidades eran algo mágico y misterioso que me tenían en vilo hasta el día seis de Enero. La sibilina esencia de los Reyes Magos tuvo tanta vigencia para mí que mi hermana, dos años menor que yo, tuvo que emplearse a fondo para demostrarme como sus manos etéreas, inconmensurables para dejar sus juguetes en lugares tan dispares del mundo, no eran más que uno de los muchos esfuerzos económicos de nuestros padres.
El aperitivo navideño de aquellas primeras navidades de mi niñez comenzaba el ocho de Diciembre, cumpleaños de mi hermana, cuando nuestro padre se componía a primera hora de la mañana y nos llevaba a comprar la tarta a la calle Magdalena. Tomábamos la Gran Vía, avenida de José Antonio entonces, y al poco nos deteníamos en "la tienda de los muñequitos", un largo escaparate instalado dentro de un pasillo, donde nos demorábamos contemplando los juguetes que acaso nos traerían los Reyes. Pegábamos nuestras naricillas al cristal y nos embobábamos viendo los juguetes adornados con espumillones y bolas.
Llegábamos a la Plaza del Callao y tomábamos la calle Preciados hasta desembocar en la Puerta del Sol. Nos contagiaban alegría las luces festivas, las castañeras, las loteras voceando el posible "gordo" para el día 22, todos los complementos navideños que adornaban nuestro camino. Solíamos detenernos en la calle Preciados sobre el escaparate de una tienda con maquetas de trenes, aviones o coches de carreras. A mi hermana le gustaba una pequeña granja con toda suerte de animales diminutos rodeados por una valla blanca de extremo flechado que bordeaba la vía del tren expuesto y en funcionamiento.
Subíamos la calle Carretas para enfilar Atocha maravillados y ansiosos de los días por venir. Luego, comprábamos la tarta en la calle Magdalena y regresábamos a casa por el mismo camino, esperando en el estómago la paella sin marisco que nuestra madre preparaba para ese día especial.

En los albores de la adolescencia, cuando los Reyes Magos se hicieron más cercanos y conocidos, la magia comenzó a tener patas de gallo y retortijones en el vientre. Comenzamos a pedir zapatos y jerséis de marca, similares a los que lucían los jovencitos de los carteles publicitarios de El Corte Inglés, o los maniquíes de las tiendas de moda del centro de la ciudad. La televisión, en blanco y negro todavía, no nos seducía con sus imágenes y el cine norteamericano lo veíamos como algo tan lejano como lo contemplaba la industria textil patria de aquel tiempo. Nos urgía comenzar a presumir tomando a mano nuestra cercanía más inmediata e irrevocable.
Surgieron las primeras navidades de nuevas ilusiones: los guateques en fin de año, las chicas, las primeras y deplorables borracheras, los dichosos o turbulentos proyectos amorosos para el año nuevo, los nuevos estudios, el primer trabajo de aprendiz, y la vehemente exigencia a los Reyes Magos de su regalo, aún por adelantado, para estrenarlo en nochevieja. Las fiestas navideñas se iban convirtiendo en un alocado frenesí envasado en frascos de colonia y papel de regalo de rutilantes motivos. Se concebían fiestas para despedir el año que acababan siendo un borrón de vómitos y cansancio, de churros y chocolate para poner a prueba intestinos. El día primero de Enero se instauró como jornada horribilis, sueño atrasado, resaca y tarde de cine con resquemores tácitos a oscuras y una cuesta arriba que sorteaba el día seis, ya sin reparar en él. Los juguetes buscaban su sitio en el pasado, aunque siempre la nostalgia nos llevaba a acariciar una pieza del Exin-block, un soldado yanqui o un coche deportivo rojo en el trastero, sin que nadie nos viera, queriendo jugar sin atrevernos, deseando retomar el sueño de tan sólo unos pocos años atrás.

Supongo que nuestros padres observarían nuestro cambio con comprensión, al igual que yo lo he percibido en mis hijos, pero con la sospecha heredada de ser una pérdida de indefectible recuperación por más que nos empeñásemos. 

Después, tuve unos años de navidades extremadamente solitarias. La soledad me fue cercando pausada pero eficientemente y cuando me tuvo en sus garras me pateó sin piedad hasta que se me quebró el alma, si es que llamamos "alma" a la esencia más insondable e ignota que concibe nuestra autenticidad. Durante esos años me confirmé como escritor antes que nada. Llegaba de trabajar para dedicarme de lleno a la palabra escrita y ello me hacía olvidar la soledad asfixiante que me rodeaba. A la par también me hice profesional de la bebida. Bebía los fines de semana al principio, luego cuatro de los siete días y más tarde todos los días. Las navidades se convirtieron en la excusa idónea para beber y beber sin que nadie afeara mi conducta.
Lo más sobresaliente de esos años fueron la niñez que compartí con mis sobrinos, los hijos de mi hermana. De vez en cuando participaba en sus juegos y volví a degustar la ilusión incomparable de las madrugadas del día seis de Enero. Fueron la isla terrenal donde desembarqué, rodeado del infinito mar de la soledad.

Las navidades volvieron intactas a mí cuando conocí a Ana, mi mujer a la postre. El amor me fortaleció, me colmó de esperanzas y fundió mi soledad en cenizas, nutridas de viento para no perecer. Las navidades se vistieron de proyectos, besos antes y después del fin de año y obsequios directos al corazón, que latía desbordado renovando la sangre vacilante de mis venas. Volvieron esos días festivos riendo por el centro de la ciudad, desbordando alegría por la Plaza Mayor, la Puerta del Sol, la Plaza de la Opera, la Gran Vía, Alberto Aguilera, Princesa, la Plaza de España......... Las luces de las calles volvían a embrujarme y no me importaba compartir mi dicha con cualquier rostro efusivo y anónimo que me cruzara por el camino. Todo lo sentía de color vivo y me apetecía gritarlo a los cuatro vientos aferrado a la mano de ella.

Pero la autentica vuelta a las felices navidades de mi infancia surgió con la venida de mis dos hijos. Volví a creer en los Reyes Magos porque me hice su embajador más fiel. Les contaba a mis hijos sobre los poderes y grandeza de los de oriente, escudriñando escaparates y catálogos con una entrega febril hasta en ansiado día seis. Las cenas o comidas familiares volvieron a tener sentido para mí en torno a esa fe inocente de los más pequeños en la cual me integré a las mil maravillas. La parafernalia navideña de la ciudad nos arropaba para configurar esos quince días vacacionales de ensoñación y entrega que hacia tangibles los anhelos más pueriles y límpidos. Claro, esa felicidad tenía otros nombres propios que los de mi tiempo, ahora eran micromachines, airganboys, powerangers, caballeros del zodiaco........ , sin embargo su fragancia desprendía el mismo olor que en antaño para mí. ¡Volví a jugar a diario con la excusa de mis hijos!

Estas eras navideñas, como las he querido apodar, pasan tal y cómo pasa el tiempo. A veces nos despistamos, tratamos de esquivar su huida sin que su roce nos hiera, y definitivamente solemos conformarnos sin remedio, o sea maduramos. Cada capacidad de inventiva, lo más o menos imaginativo de cada uno, gravita en pausa un tiempo corto o largo, mas finalmente termina arrojándonos a un escepticismo que llevábamos eludiendo desde que nos ausentamos de la niñez.
Pasada la primera década del siglo XXI, inmerso el mundo en una crisis económica y de valores cívicos que han instaurado los poderosos, con mis hijos ya adolescentes y tan descreídos como los nació su época, las navidades pintan muy diferentes a cómo puedo recordarlas. Me acabé de cerciorar de ello un día, hace un par de años, en que fui con Ana a una joyería-relojería a que me cambiasen la pila de un reloj de pulsera, barato como todos los que poseo, pero al que le tengo un especial cariño, pues me lo regaló mi padre hacía más de quince años. Estábamos en el meollo de las fiestas navideñas y el local estaba a rebosar, así que esperamos pacientemente nuestro turno. Cuando nos tocó el turno, la dependienta expió por encima de nuestros hombros el potencial de clientes que, en su mayoría, querrían algo más costoso que cambiar una pila. Nos despachó rápidamente arguyendo que se habían agotado las pilas, que volviéramos a la mañana siguiente. Normalmente hubiera estallado mi cólera y hubiera montado el expolio de rigor, sin embargo paso una media hora fuera de mí, con palpitaciones y falta de oxigeno que asustan mucho a Ana, y merced a ella, a su ruego presionándome el brazo, salí de la relojería indignado pero en silencio. Y es que las navidades han quedado sólo para gastar y gastar dinero con una ilusión enfermiza que nos empuja a comprar después de haber comprado. Mostramos los regalos orgullosamente pero ya estamos pensando en adquirir otros productos que no nos sirvan para nada excepto para saciar nuestra ansiedad hueca. En la televisión o en la prensa nos incitan constantemente para que no olvidemos que en las navidades el que no compra se queda fuera, algo así como un pobre pesimista amargado. Y acabamos comprando.
Por esto las navidades actuales me suenan a run run de villancico en un centro comercial, a compras antes, durante y después, a anuncios para ser auténticamente dichosos en estas fiestas y después, a aglomeraciones infelices iluminadas con leds, a bolserio y prisas, a belenes infinitos tras una urna, a películas estúpidas, a especiales sin especializar, a borracheras porque toca, a manjares calentados en microondas, a familias unidas mirando el televisor en silencio, a felicitaciones sincopadas, a mensajes idiotas iluminando el móvil, a megafiestas en megalocales, a regalos que ya se tienen, a deseos fraternales que se pierden entre la resaca, a tumulto de tráfico rodado, a campanadas con campanudos presentadores y uvas peladas, a cruce de besos en el aire, a niños jesuses pasados por casting, a la etiqueta colgando de la estrella de oriente, a Reyes Magos de rostro sospechoso, a nieve de poliespan, a niños estresados, a estresados padres, a petardeo odioso.......ruido de felicidad cuando la dicha es sorda..........
También me huelen a precipicio, a colmo, a barrera caída, a límite pisoteado.......... como también apenas me huelen a nada.  Mi compañera y yo nos inventamos una comida, nos cruzamos las manos y miramos como el Sol, al fin,  escala la hondonada de la calle en cuesta. Y, desarropados, nos besamos para no perdernos.






domingo, 18 de diciembre de 2011

SER VIVO


SER VIVO



De barro te hicimos,
bestia que ahora descansas
tras retozar con seis hembras.
De barro te hicimos
y te otorgamos inteligencia,
y capacidad para ser libre,
y espíritu para volar.
Pero no quisiste nada.
Sólo musculatura y fornicacion.
Nuestros ingenieros fracasaron
en recomponerte, en ponerte
sobre las coordenadas previstas.
De barro te hicimos,
pero te sumergiste en vino
para, decías, sentirte real,
para escupirnos, ebrio,
que tu propia veleta dirigía
el único porvenir posible.
De barro te hicimos
para enterrar tu cableado
y no infundir desconfianzas,
para que fueras, erecto,
estandarte de nuestra industria.

martes, 13 de diciembre de 2011

POSIBILIDAD


POSIBILIDAD



Posible es vivir en la necesidad de tus besos,
en lo ambarino que los pechos nos aúna,
en la sonrisa que te muestra entera
y que reclama mis brazos cual bálsamo.
¿Posible? ¿Posible, sin hibernar la ola?


Si tu ausencia presagia a la pérdida,
tu húmedo sexo rellena mis platos,
noche es rayo que irrumpe en estrellas
y pesadilla es paz amaneciendo juntos.
¿Posible? ¿Posible, sin hibernar la ola?


Si tu llanto me sumerge en abisal hondura,
mis canas amustian el vergel de tus ojos,
si en la desazón me escondo en tus poros
y en la calma compartimos almohada.
¿Posible? ¿Posible, sin hibernar la ola?

miércoles, 7 de diciembre de 2011

VIAJE DE IDA


VIAJE DE IDA




En una gorgorita de lluvia,
traficada por vientos propicios,
bogando por el descuido
que me deja sin parpadeo
y, mudo, me ladea el lienzo
que colgué con pulpa de amores.
Aferrado a unas caderas,
sin ansiedad de cópula,
me musita Benedetti, lento,
me advierte Pavese, abatido,
me encumbra Pachelbel, seductor.
Una más, y todas las cosas
cabrán en el cuenco táctil
como si toda importancia sabida
no fuera ni acaso un soplo.
El sufrimiento de la nada,
a diez palmos de altura,
no se ve, sino barro ideal
para amasar infértiles páramos.
Importa vivir, de verdad,
rociado por el amasijo asfixiante
que tornee para clausurarme
en aquello más distanciado
de mi pobre osamenta carnosa.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Kabalcanty dixit: LA MARCHA

Kabalcanty dixit: LA MARCHA: LA MARCHA Anduve por tierras baldías en compañía de un grajo. Sin soles, con lunas pardas que me mentían a carcajadas allá donde mis pie...

LA MARCHA


LA MARCHA



Anduve por tierras baldías
en compañía de un grajo.
Sin soles, con lunas pardas
que me mentían a carcajadas
allá donde mis pies decidían.
Tras una pregunta, un graznido
que escupía hirientes ecos
en la difusa lejanía de mañana.
Topé, palpando como ciego,
con un portón requemado,
escamoso de hollín,
y sin reparar en sus quejumbrosos goznes,
lo atravesé curioso.
Caminé su interior con la fatalidad
que el grajo, huido, me dejó.
Ayes por doquier sin rostro,
fuego que lamía mi ropa,
negrura rojiza sin sombras.
Un crujido sin certeza
tensó mis fogueadas espaldas.
Grité poseído, chillé colérico.
Nada.
Silencio, ni asomo de viento,
quizá, la sospecha de un latido.
Deambulé días, puede que meses,
quien sabe sí por mis alrededores,
tal vez allende lo umbrío,
puede que en quietud absoluta..........
Puede ser que hasta viviera.

lunes, 28 de noviembre de 2011

VERONICA LONIS

VERÓNICA  LONIS
(Sobre una foto comentada por Juan José Millás)



Me miras desde abajo,
desde la huida de tu niñez,
y me siento enfermo,
deudor, asqueado de mí.
Querría que mis lágrimas
fueran tempestades,
divinidades aniquilantes
que concentraran en la nada
a la mano que te muestra
convencida sus nudillos,
al aliento dañino
que te apesta la vida.
Tu uniforme son tus huesos
escapando de tu piel,
y tu sombra un espectro
ahorcado con descaro.
Sin lamentos, sin palabras,
te hundes en la sinrazón
de haber nacido allí,
sin opción, sin escapatoria.
Tu lazo coqueto, dice Millás,
nos distrae dos segundos,
luego, más solos que nunca,
pasamos página a tu foto,
y morimos un trozo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

ANA/LOGÍA



ANA
LOGÍA




Te devoro la duna de tus nalgas
y libero serpenteante lengua
en pos de tu recóndita humedad.
Tu perfil muestra cimbreado el labio,
el inferior, el que siempre ansío;
tu pelo se arremolina en vendaval
y mi aliento en tu nuca galopa.
Con los ojos cerrados me abarcas;
los pezones, puntales sobre mi pecho,
taladran mi arrebato jadeante.
Se inquietan tus piernas seda;
tu vello, mecido por los quejidos,
bebe el sudor que me disuelve.
Eres infinita entonces,
inaccesible para mis brazos.
Te aferras a mi sucinto cuerpo
preparándote para la mutación
que nos derrame y confunda
en una sola sábana blanca.
Amor ¿por qué mudar tu desnudez?
¿Por qué pulir tu geografía carnosa
y volverla inhóspito páramo?
¿Por qué existir sin perpetuo éxtasis?
Tú, amor, todavía con la espalda libre,
zumbando lo cotidiano en nuestra distancia,
te mueves previsiblemente por el cuarto
en el que ya cabemos los dos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

UNA JORNADA ELECTORAL








- UNA JORNADA ELECTORAL -






Cuando Ana y yo fuimos al colegio electoral ese mediodía, llovía intensamente, no sé si motivado por un recrudecimiento borrascoso o por una sibilina intención de quitarnos las pocas ganas de votar. El hall del colegio era la guarida perfecta para unos cincuenta votantes en potencia que acarreaban de acá para allá los carritos de los bebés o se reencontraban con ese vecino que viaja mucho o que cambió recientemente de domicilio. De lo que menos se hablaba en los corrillos era de política, creo que hasta resultaba molesto contemplar la montonera de papeletas haciendo guiños y cuchufletas para llamar nuestra atención y que se la eligiese, aunque fuera por descuido o por qué no nos habíamos puesto las gafas de cerca. El caso era coger una, lapidarla en un sobre y dejarla caer en la urna. Pero el desencanto por unos políticos que optan por la permanencia, por andar en el ranking del candelero o candelabro en vez de por mera vocación y fe en sus ideas, ese desencanto era tan notorio esa mañana de Noviembre cómo que llovía a cántaros porque tiene que llover, como decía el añorado Pablo Guerrero.
Indudablemente Carabanchel, el barrio donde vivimos y votamos, es zona urbana mayoritariamente de clase obrera, la que irrefutablemente está pagando y sufriendo esta crisis con la impronta de una ambición megalómana que poco tiene que ver con estas gentes de pisos de 60 m2 y vacaciones en el pueblo o en la casita playera donde se hacinan hijos y nietos para disputar un pedazo de mar contaminado, tan popular y sin privatizar, de momento. No es de extrañar que esta parcela de Madrid, castigada como es debido con una alta tasa de paro, anidada de contratos basura que hacen tirar a las familias más mal que bien, no es extraño, digo, que esta jornada electoral sea un ejercicio de inercia sin ninguna clase de esperanza. La desgastada, y siempre timorata, opción socialista parece dejar paso a la apabullante y sectaria baza del partido popular. Guatemala, con perdón, y Guatepeor, o viceversa, para los desheredados que siempre contemplaron el horizonte de su futuro entre hilvanes, y que algún avispado, de esos ambiciosos megalómanos, ni en la cárcel, ni en el paro, actualmente menos ruidoso simplemente, tuvo a bien abaratar gastos y emplear para ese hilván hebras recauchutadas de inmejorable apariencia y vida breve. Al estallido de la crisis, estos avispados, espabilados, toman sus vacaciones en hoteles de cinco estrellas en Salou en vez de la calidez aborigen de las Islas Seychelles, mientras los otros, a los que les cambiaron el hilo, malvenden su casita playera o del pueblo y renuncian a las vacaciones para mantener las lentejas con la miaja de chorizo.
Ya sin lluvia, aunque nublado y amenazante el cielo, ya noche de otoño avanzado, Ana y yo vemos por televisión el esperado fin de fiesta electoral. Discursos de ganadores y perdedores entre grandes propósitos a partir del día siguiente tanto de unos como de otros. Música y banderitas para los ganadores, apretones de manos fugaces y palmaditas en el hombro para los derrotados. Previsible y aburrido protocolo. "No nos miran -le comento a Ana- porque no se han percatado que estamos a sus espaldas".






Kabalcanty. 2011.

sábado, 19 de noviembre de 2011

FESTIVO


FESTIVO



Las calles se llenan de voces,
se hinchan hasta el estallido
para derretirse al sol almacenado
en la rejilla del sumidero.
Todos estamos tan festivos
que reímos enloquecidos al entorno.
Nada hay incómodo, tampoco tú,
agarrotado en un mohín
que has dejado prendido
como agasajo a lo que te desborda
y te tiñe de amarillo chillón
en el vidrio de un escaparate.
Solemos divertirnos, sin razón,
con la sinrazón por derecho,
y nos entusiasma culminar
asomados al podio,
anclado a dos bolas sonrosadas
de helado de fresa,
que la algarabía apeteció desertizar.

jueves, 17 de noviembre de 2011

EN MEMORIA DEL CANTO DEL AVE CARROÑERA



EN MEMORIA DEL CANTO DEL AVE CARROÑERA



La tos me lleva la vida
en espasmódicas volandas,
acá, allá, en otoño maligno,
con dolores de espada y capote
y cierzo que campea mi pecho,
lo encoge y minimaliza.
La siesta se interrumpe,
te hace pensar en los límites,
la proximidad de la orilla,
el acantilado que espejea al fondo,
engañosas puntillas de colores.
Ni un ápice para descostrar
una intuición purulenta,
expectorante que blasfema pedazos
que son egos mayúsculos
finiquitándose en el envés
de un folio inmaculado.
No hay nada cierto,
tampoco el esputo que miente
vida tras vida en entredicho.
No busquéis en derredor mío,
voló hace tiempo,
tiempo en el que llovían estrellas.

domingo, 13 de noviembre de 2011

EL MÁS ALLÁ DE LA LECTURA


- EL MÁS ALLÁ DE LA LECTURA -


La barriga hacía oscilar la flecha de su corbata por fuera de la barandilla de su piso céntrico. Contemplaba un esquinazo de la acampada en la plaza, sorbiendo su café, regado con unas gotas sabias de brandy, con cierta molestia que se reflejaba en esa peculiar curvatura de su labio superior que adoptó cuando las gastritis se hicieron tan perseverantes. Lo que le parecía inadmisible es que hubiera, junto a los jóvenes que habían tomado la plaza por asalto, gentes de su misma edad y aún mayores. Su suspiro, tras el último sorbo de café, se enroscó en sus pulmones en una flema que tuvo que toser para despegarla. Entró en la casa y tomó de la mesita baja de madera noble el diario del día. Buscó un articulo en concreto para leerlo con avidez, al tiempo que su labio se destensaba y su barriga acompasaba el vaivén de su pecho. Aunque hacía demasiado calor para ser primavera, cerró las ventanas de golpe, echó las persianas y conectó el aire acondicionado. Se estiró la chaqueta sobre las solapas, ajustándose el nudo de la corbata, antes de teclear el móvil. Al segundo tono, le contestó una voz femenina con la que intercambió una serie de datos.

- ......... Perdón, joven, pero hoy me gustaría que viniera Belén, la universitaria activista, la del tatuaje comunista en el culo.

Tras confirmar la cita, enfiló sus pasos hasta el rosario de su madre, colgado a las espaldas de una Virgen del Rocío pintada por un notario, amigo de la familia, poco conocido por sus dotes artísticas, y lo guardó devotamente, con la delicadeza de lo sacro, en un cajón del escritorio. Sin nada más que hacer, se desabrochó los dos primeros botones del pantalón y releyó de nuevo el articulo del periódico a la sombra de su salón refrigerado.

sábado, 12 de noviembre de 2011

UN EXTRANJERO EN LA FERIA


- UN EXTRANJERO EN LA FERIA -

Este inicio de otoño tórrido me ha acompañado esta mañana en mi visita a la Feria Internacional del Libro, LIBER 2011. Había recibido, unas semanas antes, una invitación de la Editorial Bubok, donde tengo publicados mis libros, y aunque en un principio pensé no asistir, luego cierta curiosidad malsana me hizo cambiar de opinión. A las once de la mañana estaba entrando por el torniquete que me daba paso franco a la Feria. Lo espacioso y desangelado del lugar, junto al enjambre prefabricado que tan pronto siembra una cafetería como un pasillo con cinta deslizante, te hace sentir la provisionalidad como algo tan cercano e inminente que te gustaría en ese momento estar apiñado en cualquier vagón de metro sudando en común. Cuando he atravesado la puerta acristalada del pabellón 6, lo primero que se ha puesto en funcionamiento ha sido mi olfato: el olor a papel nuevo. Es un olor que me place, que pierden los libros en sus primeras y últimas hojas, pero que atesoran muchos años en las páginas centrales. Pasar las hojas de los libros de golpe, como si fuese un acordeón mudo, y aspirar su efluvio es un placer barato que, debidamente predispuestos, puedo hacernos viajar a mil y una sensibilidades.

He tomado el primer pasillo con el que me he topado. Casetillas de libros a izquierda y derecha con fuerte iluminación y mucho panfleto publicitario. Las corbatas en ellos y los trajes de chaqueta en ellas ataviaban el rumor de bocas que se afanaban sobre sus maletines como si en ellos hubiera algún incunable del siglo XV. En la confluencia de los pasillos se erigía la caseta de Rumania, invitada especial en esta edición de la Feria. De la inalcanzable techumbre del pabellón colgaban hilos de nylon con libros prendidos de autores rumanos y me ha venido a la cabeza Herta Müller y sus cuentos tan bellamente poéticos. Al final la he encontrado oscilando en pleno ostracismo y sin alas para volar. Sin embargo, he sonreído cuando he visto la generosa calva sobre la que gravitaba la Müller. He mostrado por los pasillos mi soledad con el pudor que conlleva no hallarse en el lugar adecuado. No creo haber visto a ningún escritor, acaso alguno perdido y sin fama, como yo, rondando alrededor de las editoriales on line, protagonistas irrefutables de la Feria. Portaban, dos o tres que me ha parecido vislumbrar, unas ridículas carterillas negras de polipiel donde se suponía encerrado su bagaje literario y desconocido. Desde luego, no estaban cómodos dentro de su rol, dejando su mirada en un más allá que siempre topaba con unos cortinones azulones que tapizaban la luz exterior. No, allí no estaba la Literatura que amo, simplemente se lisonjeaban entre si las periferias que inevitablemente rodean a todo arte que aspira a entrar en comunidad. El comercio de los autores en sus páginas bullía lo mismo que el parquet de Wall Street en cualquier día de Bolsa. Y no es que me parezca mal esta actitud, la cual supongo necesaria si el autor aspira a vivir de sus libros, sin embargo vista así de cerca, a lo crudo, me resulta tan distante a la creación literaria que no puedo por menos que sentirme personalmente muy distante. Me he visto perdido en un mundo en el que se premia más una llamativa encuadernación que un buen texto, a un autor con un traje de Armani y perilla entrecana que a otro con unos vaqueros y barba a lo Valle Inclán, a un libro en una vitrina de una impoluta y moderna avenida que a otro en un tenderete que monta un parado en una acera cualquiera para subsistir.............

A la salida, entre una nube de fotógrafos y un cordón policial que me ha arrinconado atropelladamente, me he cruzado con el señor Rubalcaba. Un hombre alto y gordón se ha lanzado a saludarle con la mejor de sus sonrisas y una leve reverencia nerviosa. El aspirante a Presidente de nuestra nación ha llegado a soslayarme, bastante después que sus guardaespaldas, y yo he aprovechado para escabullirme por una rendija de la puerta de al lado. En el pasillo al aire libre, he sentido un escalofrío a la altura lumbar al caer en las mientes sobre la cercanía del periodo preelectoral. Cuando he sentido el bravo sol otoñal en mi rostro me he notado más ligero, inusitadamente con menos peso, pero será que hace un par de días me extrajo una muela el dentista.

A PRIMEROS, GLORIA


- A PRIMEROS, GLORIA -


Mi mujer y yo hemos madrugado lo justo (esta vez me ha hecho caso y hemos salido de casa lo suficientemente temprano) para encontrar aparcamiento a la entrada del centro comercial. Lo adecuadamente cerca para coger el carrito y entrar al hipermercado sin agobios. Es primero de mes y todos andamos algo acelerados por conseguir las bonanzas del centro.

Hemos llenado el carro con algunos excesos, pero ¿quién se puede reprimir a tantísimas ofertas? Mi mujer ha comprado un ambientador múltiple externo para la terraza, ya que hay que reconocerlo, tenemos unos olores molestos a fritanga procedentes del bar de abajo de la finca; tres rollos, de colores diferentes, de cinta adhesiva que pega por las dos caras; una capucha reversible y amoldable a cualquier trenka, y papel higiénico impregnado en fragancia lavanda.

Yo he terminado picando en la barra de sonido Dolby-D8, que me quedé con ganas el mes pasado, con diez salidas y vibración inalámbrica; un bate de béisbol con radio FM Digital Sound, y lo mejor, un volante para los videojuegos con wifi y piloto automático.

Lo hemos pagado todo con la VISA y encargado para que nos lo lleven a casa a última hora de la tarde.

Al final, lo que siempre ocurre, nos hemos entretenido demasiado para lo que nos queda por comprar en el piso superior, en el de las tiendas de moda.

Si me gustan estas tiendas de ropa es porque se han adaptado al gusto de todas las edades, todos podemos ir convenientemente vestidos a la moda guardando los límites que cada edad exige. Mi mujer prefiere una moda juvenil y desenfadada, un poco en desacorde con su edad y que yo jamás me pondría. Cuestión de formas de madurar.

Verdaderamente todo nos ha salido baratísimo. Nos hemos reído de lo lindo comentando las compras cuando después nos hemos tomado un refresco en el bar que hay junto a los cines. ¿Quién no se viste de recibo con estos precios? Ella se ha comprado tres pijamas nórdicos auténticos. Si que es verdad que en casa hace mucho calor en invierno (siempre andamos en manga corta pues la caldera de gas natural funciona de maravilla), sin embargo nunca se sabe lo que puede suceder en un momento dado. El vaquero con remiendos de retales floreados es tan original que ya le he dicho que escoja la ocasión para ponérselo sin que llegue a ofender su diseño atrevido, pero fino. Y los botines de doble curvatura en la punta le encajan a medida para su estilo.

Yo tampoco me he quedado atrás. Una ganga de chaqueta sport de lana con solapas de cuero, para cenas informales, por menos dinero que la camisa de doble cuello, escocés y blanco, con botones de raso. Y además unos pantalones burdeos de cinturilla alta y bajo con vuelta, igualitos a los que llevaba ese famoso que vimos el fin de semana pasado por las calles del centro. ¡Auténticos chollos!

Luego, hemos tomado unas hamburguesas deliciosas, para después coger el coche y llegar a casa con tiempo de sobra para recibir la compra que nos traigan del hiper. Ha habido un momento en que nos hemos mirado a los ojos y nos hemos tomado las manos emocionados, tal y cómo hacíamos de novios. Y es que estos días nos unen tantísimo, nos recuerdan tanto que nos queremos, que acabamos riéndonos y besándonos sin ton ni son. Es lo que tienen los primeros de mes.

TITULOS PUBLICADOS

En el discurrir de las cárcavas (Una
antología poética y un apéndice)................
Novelas verticales (La Raza/ Otho,
el inapreciable)............................................

El Gran Anuro y otros cuentos..................

Tres títulos publicados por Kabalcanty (M.Jesús González C.) que se pueden adquirir en la Editorial online Bubok. Gracias, amigos.

SOMBREROS

POETA KABALCANTY

KABALCANTY A LOS INDIGNADOS

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Nunca debí abandonar la bruma

que algodona el puente colgante,

su incertidumbre, su inestabilidad,

su amplia sinceridad inacabada

que intuía el vello de mis piernas

en el vacilar prendido de mis pasos.

Nunca debí colmarme de visibilidad

para cerciorarme del acorazado horizonte

que, arrugado como guiñapo infértil,

atrapa el suspiro de los imbéciles.

Jamás tuve que tomar el respiro

que confundió los aires purificados

con el aliento de pretéritas fauces

que sólo eran el reclamo del eco

que, milenario, zumbaba fantasmal

en el vacío del que me sabía a salvo.

Digo nunca, como veis al frente,

con el entusiasmo del retorno

que sobradamente irrespirable

es morada de cuestionables paredes

que digiero sin forzar mi mudez.

Y DUELE


- Y DUELE -

Sellas tus párpados sin mirarme

y te enrocas a tu espalda

contrayéndote a mis dedos.

La senda de tus besos oscurece

en un invierno tan crudo

que pende su silencio en estalactita.

Sin duda mi muerte no es terrenal,

no yazgo macilento y sin latido,

mas me adornan punzantes lágrimas

que enrejan mis ojos nocivos

y despellejan mis pies enraizándolos

en tamaña quietud que me sepulta.

Tu corta pero afilada distancia

me deja sin ramas, sin dúctil boca

que te amolde a mis palabras,

es el embozo del vacío que huí

cuando me sostuviste con tu sonrisa.

No insinúes mi deriva,

sea tu impronta dolorosa en mi mejilla

y prescindir del relieve de tus ojos,

pero equilibrarte al canto de mi uña,

unívoca, amor de mis amores.