lunes, 21 de noviembre de 2011

UNA JORNADA ELECTORAL








- UNA JORNADA ELECTORAL -






Cuando Ana y yo fuimos al colegio electoral ese mediodía, llovía intensamente, no sé si motivado por un recrudecimiento borrascoso o por una sibilina intención de quitarnos las pocas ganas de votar. El hall del colegio era la guarida perfecta para unos cincuenta votantes en potencia que acarreaban de acá para allá los carritos de los bebés o se reencontraban con ese vecino que viaja mucho o que cambió recientemente de domicilio. De lo que menos se hablaba en los corrillos era de política, creo que hasta resultaba molesto contemplar la montonera de papeletas haciendo guiños y cuchufletas para llamar nuestra atención y que se la eligiese, aunque fuera por descuido o por qué no nos habíamos puesto las gafas de cerca. El caso era coger una, lapidarla en un sobre y dejarla caer en la urna. Pero el desencanto por unos políticos que optan por la permanencia, por andar en el ranking del candelero o candelabro en vez de por mera vocación y fe en sus ideas, ese desencanto era tan notorio esa mañana de Noviembre cómo que llovía a cántaros porque tiene que llover, como decía el añorado Pablo Guerrero.
Indudablemente Carabanchel, el barrio donde vivimos y votamos, es zona urbana mayoritariamente de clase obrera, la que irrefutablemente está pagando y sufriendo esta crisis con la impronta de una ambición megalómana que poco tiene que ver con estas gentes de pisos de 60 m2 y vacaciones en el pueblo o en la casita playera donde se hacinan hijos y nietos para disputar un pedazo de mar contaminado, tan popular y sin privatizar, de momento. No es de extrañar que esta parcela de Madrid, castigada como es debido con una alta tasa de paro, anidada de contratos basura que hacen tirar a las familias más mal que bien, no es extraño, digo, que esta jornada electoral sea un ejercicio de inercia sin ninguna clase de esperanza. La desgastada, y siempre timorata, opción socialista parece dejar paso a la apabullante y sectaria baza del partido popular. Guatemala, con perdón, y Guatepeor, o viceversa, para los desheredados que siempre contemplaron el horizonte de su futuro entre hilvanes, y que algún avispado, de esos ambiciosos megalómanos, ni en la cárcel, ni en el paro, actualmente menos ruidoso simplemente, tuvo a bien abaratar gastos y emplear para ese hilván hebras recauchutadas de inmejorable apariencia y vida breve. Al estallido de la crisis, estos avispados, espabilados, toman sus vacaciones en hoteles de cinco estrellas en Salou en vez de la calidez aborigen de las Islas Seychelles, mientras los otros, a los que les cambiaron el hilo, malvenden su casita playera o del pueblo y renuncian a las vacaciones para mantener las lentejas con la miaja de chorizo.
Ya sin lluvia, aunque nublado y amenazante el cielo, ya noche de otoño avanzado, Ana y yo vemos por televisión el esperado fin de fiesta electoral. Discursos de ganadores y perdedores entre grandes propósitos a partir del día siguiente tanto de unos como de otros. Música y banderitas para los ganadores, apretones de manos fugaces y palmaditas en el hombro para los derrotados. Previsible y aburrido protocolo. "No nos miran -le comento a Ana- porque no se han percatado que estamos a sus espaldas".






Kabalcanty. 2011.

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