miércoles, 21 de marzo de 2012

PAZ DE ESTIO


PAZ DE ESTIO



La madrugada de julio disiente
del fulgor rojizo que adivina límite
y presagia alcanzable lo infinito.
El sueño de la chicharra convence,
un viento extranjero arrastra tallos
verdeando la epidermis del asfalto.
El sudor se encajona en el olvido
dejándonos al arrullo de la mentira
que paladeamos desde el ventanal
o desde el porche que enreda la parra.
Una nube rebelde navega lerda,
desparramada en el tapete sangrante,
huérfana de multitudes, alocada.
El bullicio, candado en el cofre,
se agita en una lagartija tenaz,
aupada a su casa de teja curva.
La demora tornasolada aprieta
los minutos justos para no enamorarse,
para vislumbrar un auto remoto
o aturdirse con la sirena laboral.
Segundos, ya sólo febriles minucias,
para sentarse en el bordillo preciso
e inhalar el bostezo del día
con la certidumbre del pellizco
que amonestó al músculo pacho
y nos dio oportunidad de sentirnos.

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