martes, 23 de abril de 2013

EL DESCENSO POR LA CALLE FUENCARRAL







EL DESCENSO POR LA CALLE FUENCARRAL



El viejo revoco de las fachadas
tiñe de aire nostálgico el presente.
Angostas callejas de efluvio húmedo
que encauzan el vaivén del tumulto
y lo jalean con latido suave.
Desvencijadas tiendas de colores vivos
cuelgan escaparates anárquicos
encelados en gustos estrambóticos
o dantesca bisutería plateada
que refulgirán entre neones verdes.
No importa que vayamos desnudos,
ni que la cicatriz de la existencia
haga pliegue informe en el costado,
ni tan siquiera que nuestros glúteos
se abandonen al abismo de la gravedad.
Tu mano y la mía, sudorosas,
nos atan por la turba de ese asfalto
que tamborilea musicales las pisadas
y evade la apatía con talco aromático.
No hay dios, ni rezos dogmáticos,
que hagan titubear lo espontáneo
que se vierte cascada en la Gran Vía.
No sorprende que el sol no abrase
porque enfriamos su brasa con la lengua
del beso que nos dimos en la esquina.
Es el discurrir de la urbe,
el mar de los que obviaron el río
y ahora se dejan escurrir, embelesados,
por la carcasa seca de las aceras.
El cielo, sobrio, aguarda la noche
y serán los autos, con su eructo motorizado,
los que duden el tronío de la sombra.
Mas entonces, los galantes luminosos
ungirán de artificio nuestras pupilas,
alborotarán los dedos y los sexos,
santificarán bares y tascas
y, a lo último, en sabroso fragor,
seremos deseada ansiedad noctámbula.


 Kabalcanty©2011                                                                                                                   

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