viernes, 2 de agosto de 2013

KABALCANTY (POR ALEXANDER VÓRTICE)

   


   Opiniones de Alexander Vórtice

"No hay que temer a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasia
Kabalcanty

El albor se expande quietamente cual curiosidad de recién nacido. La oscuridad no existe: lo que llamamos oscuridad no es más que la luz que no llegamos a ver, el abrazo que aún no hemos sentido, el átomo de paz que manosea nuestro rostro moderadamente abatido. Anhelamos cielos que no alcanzaremos, codiciamos lo ajeno, lo que no asumimos… Y al hacer esto, vamos sembrando una cerrazón que a secas nos colma de rencor, un rencor con el que atormentamos a las personas que nos rodean a diario. Al fin nos hemos dado cuenta de que la sociedad de consumo y/o de bienestar que creíamos disfrutar no era más ni menos que un fraude mal acicalado, una pretexto ocurrente para que unos pocos predilectos pudieran chuparnos los tuétanos, las billeteras y el espejismo de una vida mejor (“más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía”). 

Pasan los Gobiernos y la crisis se consolida cual lapa insolidaria. Corren los años y la desigualdad se enquista en los alientos de los más desfavorecidos; mas, el hombre honorable (“rara avis” en estos tiempos de sexualidad cibernética y de consomés enlatados) no teme a la luz ni a la oscuridad, como verso agitador, no se quiebra fácilmente ante las sinrazones o ante las injurias de los necios que vagan por la Tierra en busca de presas fáciles para alimentar sus engreimientos. Debo reconocer que hay días en que la luz se me va turbando a causa de la contrariedad, y es en ese punto exacto de ahogo existencial cuando me decido a entrar en Internet, y busco a mi buen poeta Manuel Jesús González (Kabalcanty), que es de las pocas cosas buenas que me he podido encontrar en una Red Social y que, aparte de ser una persona que conoce bien el oficio de inclinar los sentimientos en pos de las letras, también es un hombre agradecido, uno de esos tipos que casi ya no quedan. Desde su emblemático e idílico Madrid (ciudad invivible pero insustituible) nos concede palabras escritas con bálsamos de certidumbre, palabras que no agonizan ante lo mundano, ya que ostentan garra y espíritu de reyerta continua: “Urgíamos pasajes para vivir irrefrenables, un beso inacabable tentándonos la espalda, un grito al unísono tatuando el cielo, pero las puertas se repetían cual días y sus goznes chirriaban pesarosos, alejados de toda aquella luminosidad”… Y tras haber penetrado en las huellas veraces de Kabalcanty (rapsoda cursado en el arte de procurar el alivio lírico), resuelvo robustecer mi luz más íntima, y así procurar el descaro de ser uno mismo, sabiendo que las luminiscencias discuten sobre lo que realmente importa.
 


                                                  

                                                  Alexander Vórtice, 21 de Noviembre 2012.

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