ESQUEMA DE UNA INDOLENCIA
-I-
Revoluciones
dichas
al
rebufo del ocio,
sin
ocupar las crisis
de
ordenados quehaceres
que
parchís vocacional fueron
y
hordas de vacíos son
-cuando senilmente,
aún la piel tersa,
dejamos en una sonrisa
la justificación a una pregunta-
en
la revelación de la ginebra
o
en el afianzamiento de la marihuana.
Cifras
y más cifras
que
miden el recelo del futuro
en
el presente que sugiere felicidad
en
apabullantes valores de alta cotización,
profetizando
la garantía
de
un reducto de letrina
con
el descaro confuso y festivo
de
una estadística en voz grave
y
licenciada en sapiencias mayores
que
son más allá
que
el individual consenso
de
saberse sudado en agosto.
Feroz
a sabiendas,
y sin querer,
y sin
manchar,
y
sin tocar o tocando
la
jaula mágica que haga cuerdos
para
rugir de verbena en verbena,
y
tocarse minúsculo,
y
no pensarse,
nada
más que al depositarse en la urna,
plomizo,
como
una consecuencia barata,
como
un resorte obediente........
Revoluciones
anárquicas,
de
lengua rasposa etílica,
fundiendo
camaradas
en
relatos atabacados,
de
porvenires resacosos,
clavando
pica inalcanzable
en
el grueso de una entelequia,
aparentemente
dócil.
-II-
Encelándose
en la literatura de la realidad,
-tácita en la
esquina
de la más convincente bullanga-
se
compuso la pauta paciente
de
esperar sin que notaran la espera.
La
desconfianza y el aura de mala leche
-obnubiladas
acaso
en el colmado ademán de un desmentalizado-
cubrían
de miradas sobrias
el
perfil plastificado de su alrededor,
hasta
que un impreso cercano,
de
luengas y documentadas maneras,
le
hizo telefonear en busca de su encelo,
allá
dónde se escuchaba su prolongación,
sin
evidencia de rostro.
-III-
Lasitud
postorgásmica,
inundándome
de cigarrillos,
devolviéndome
al marasmo
de
tu ausencia perenne,
de
tu entrega viscosa,
que
me burla claudicándome.
Lasitud
postorgásmica,
dudándome
activo
sobre
un cementerio de senos,
frígido
y eunuco,
postrado
en la pereza
de
contemplar los segundos.
Pero vuelves,
con carnaval de
erotismo,
progresivo, táctil,
orlado de labios,
nombrado sobre gemidos,
omnipresente.
(Versos de
Nemesio Acebal, librero ambulante)
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