lunes, 23 de diciembre de 2013

ESQUEMA DE UNA INDOLENCIA








ESQUEMA DE UNA INDOLENCIA

-I-


Revoluciones dichas
al rebufo del ocio,
sin ocupar las crisis
de ordenados quehaceres
que parchís vocacional fueron
y hordas de vacíos son
                        -cuando senilmente,
                         aún la piel tersa,
                         dejamos en una sonrisa
                         la justificación a una pregunta-
en la revelación de la ginebra
o en el afianzamiento de la marihuana.
Cifras y más cifras
que miden el recelo del futuro
en el presente que sugiere felicidad
en apabullantes valores de alta cotización,
profetizando la garantía
de un reducto de letrina
con el descaro confuso y festivo
de una estadística en voz grave
y licenciada en sapiencias mayores
que son más allá
que el individual consenso
de saberse sudado en agosto.
Feroz a sabiendas,
                                   y sin querer,
                                   y sin manchar,
y sin tocar o tocando
la jaula mágica que haga cuerdos
para rugir de verbena en verbena,
y tocarse minúsculo,
y no pensarse,
nada más que al depositarse en la urna,
                                   plomizo,
como una consecuencia barata,
como un resorte obediente........
Revoluciones anárquicas,
de lengua rasposa etílica,
fundiendo camaradas
en relatos atabacados,
de porvenires resacosos,
clavando pica inalcanzable
en el grueso de una entelequia,
aparentemente dócil.




-II-


Encelándose en la literatura de la realidad,
                                   -tácita en la esquina
                                    de la más convincente bullanga-
se compuso la pauta paciente
de esperar sin que notaran la espera.
La desconfianza y el aura de mala leche
                                   -obnubiladas acaso
                                    en el colmado ademán de un desmentalizado-
cubrían de miradas sobrias
el perfil plastificado de su alrededor,
hasta que un impreso cercano,
de luengas y documentadas maneras,
le hizo telefonear en busca de su encelo,
allá dónde se escuchaba su prolongación,
sin evidencia de rostro.



-III-


Lasitud postorgásmica,
inundándome de cigarrillos,
devolviéndome al marasmo
de tu ausencia perenne,
de tu entrega viscosa,
que me burla claudicándome.


Lasitud postorgásmica,
dudándome activo
sobre un cementerio de senos,
frígido y eunuco,
postrado en la pereza
de contemplar los segundos.


                        Pero vuelves,



                        con carnaval de erotismo,
                        progresivo, táctil,
                        orlado de labios,
                        nombrado sobre gemidos,
                        omnipresente.





(Versos de Nemesio Acebal, librero ambulante)

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