lunes, 8 de octubre de 2012

DE TIEMPO












DE  TIEMPO


-I-


Dejarse llevar
como fragilidad al viento.
Beberse uno,
año a año,
en los sorbos cotidianos.
Sin querer.
Sin poder,
en la impotencia
de la elección.
Andarse escamoteando
en las palabras
y sentirse personal
en el ámbito
que el papel moneda
tenga a bien encasillar.
Escucharse los ayes
tras la espesa cortina
de la prisa,
de la obligación,
del principio.
Aferrarse a tanto
sabiéndose tan poco.
Depositando los sueños
en los recodos
del ocio
                      para sentirse todavía.
Refugiarse
en ocho horas,
haciendo próspera
la panza del aburrimiento.
Quererse mucho
y negarse confeccionándose sayos,
más sayos,
hasta engrosarse tanto
que sería cansado,
desmitificador,
desarroparse,
observarse a la claridad.


Mientras tanto,
envejecerse y
morirse.




                              
-II-


Como arruga solapada,
                   tímida,
que crece tácita y rugosa,
                   imprevista,
tejiendo laboriosa tela,
                   íntima,
en el reducto de una lágrima,
                   cansina.


(Kabalcanty. 1992)

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