martes, 24 de septiembre de 2013

PUNTO DE INFLEXIÓN






PUNTO DE INFLEXION



Te esperé en el bar Alemán
las horas en las que quise
reflotarme en el cubo de hielo
que se deshizo en mi café.


Me distingo en abril,
caminando Princesa abajo,
sin tino, sin pies verdaderos,
empujado sólo por inercia.
Gentes que acogen la calidez
con livianas ropas festivas
y  que, risueños a mi paso,
se uniforman de bullanga.
No pensaba en nada,
tiraban de mí Gran Vía,
Castellana, Santa María de la Cabeza.......
Volví al bar en siete días,
con un hatillo de esperanza
y dos paquetes de “Ducados”.
Ya no esperé tanto,
tal vez menos de lo que creo.
Llamé a tu casa
convencido de tu enfermedad,
de unos traviesos exámenes.
Pero no. No estabas.
Habías salido pronto,
pronto, tan pronto
como el sábado pasado.
Colgué el auricular y salí.
El tráfago orquestaba la tarde,
aquella tarde calurosa,
infesta de primavera.
Tomé cervezas sin ganas,
sujetando mi huesuda osamenta
sobre barras que deletreaban
un destello que se superponía
al mutismo que se cernía fantasmal.
Erré por un parque con niños,
evitando siempre el jolgorio
maduro de calles y avenidas.
Se endurecía en mí
una funesta compañera
que primero me ciñó las piernas,
luego, pecho y garganta,
hasta que se coló en mis ojos.
Con su humedad sentías frío,
el horizonte siempre más allá,
su silencio te punzaba las sienes,
mis ojos ya eran sus ojos.
Cabalgaba ella de día y de noche
disfrutando de todos los desiertos
con su zumbido victorioso
acompasando mi respiración.
Otra vez regresé al bar Alemán,
a la hora de siempre,
pero sólo observé por las cristaleras
los huecos que no hallé:
todo estaba límpido, barrido,
no había nada cercano, familiar,
tampoco había clientes, ni camareros,
puede ser que tampoco estuviese el bar.
Puse un pie en el espejismo,
pero retrocedí de estampida
en una carrera sin meta.
Una lágrima, tan sólo una,
mereció mi huída.
La contuve hasta el no más,
salió vencida, puntillosa de sangre,
arrebolada, confusa, desvalida,
y se condujo al bosque de mi bigote.
Después, todo fue de lo más rutinario:
me emborraché con unos amigos
para armarme de alegría;
me enamoré de los amores
que tendía a diario en mi cuarto,
sin ventilar por recelo;
me compré camisas a rayas;
y marché al ejercito
sin opción a réplica.
Mi funesta compañera y yo,
inseparablemente,
irreductiblemente,
irremisiblemente,
irrevocablemente,
irreprimiblemente,
irrefrenablemente,
irreversiblemente,
irretractablemente.



Kabalcanty©1980

No hay comentarios:

Publicar un comentario