jueves, 16 de enero de 2014

ESCAPARATES






- ESCAPARATES -

(Manuel Vicent, El País  25-9-2011)


Cuando tomé la gran avenida,
mi soledad, circundada por tantos,
aderezada, se hincó en mis sienes
y se acodó en mi garganta con desparpajo.
Raudos, los colores de los automóviles
se desmigajaban sobre la calzada
siendo pasto infértil de la velocidad.
Atardecía el verano moribundo
entre toda la pulsión contaminante
que arrastraba un viento vago
arremetiendo contra indolentes fachadas
y prefabricados teatros musicados.
Mi pitillo consecutivo fue un lastre,
respiré agobiado por inercia
con el coral desacuerdo de mi cuerpo.
Indefenso, la publicidad dolía,
jactanciosa en los escaparates
tal punción que siega los ojos
y trepana los sesos con dejadez.
Una arcada me pensó titubeante
al candor de un semáforo en rojo,
un infinito minuto espiritual
subyugado a la lírica de la oferta.
Carteles fluorescentes atestiguaban
que los simios volverían a destruirnos,
que una medianoche en Paris podría amanecernos,
que el árbol de la vida era delgada línea...........
Pasar por dichosos era sencillo,
todos juntos desunidos en un ajetreo
conduciéndonos a las encrucijadas callejeras
con el dictamen de paralelos escaparates
donde donábamos la huella de la nariz.
Un autentico jadeo nos significó
desplegados todos los desesperados.
Una primera piedra hundió el cristal
y el lujo y sus excrementos
pudieron fundirse entre nuestros dedos.
Sobre el frenesí cabalgábamos, poseíamos,
y en una lágrima de sudor nos expandimos
por el sumidero de las revoluciones
que se apostó, intratable,
al futurible cobijo del bordillo.
La noche ardió en los contenedores,
el botín de los plasmas extrafinos HD
volaba carcajeando la victoria
mientras los móviles inmortalizaban
los sabrosos ambages de las felicidades.
Fue una madrugada de sirenas
con la Luna troceada
por unos cirros viajeros
de cabelleras sonrosadas.


Kabalcanty.copyright©

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