viernes, 31 de enero de 2014








Fue el signo de la noche:
una feliz pereza inalterable
que colgaba ajena del almanaque.
Un brindis espontáneo, sin razón,
y un elocuente silencio
enroscado en un obstinado deseo.
Bailamos en el quicio de la barandilla,
forajidos entre el bien y el mal,
mientras el esperpento del vértigo
se retorcía aburrido en el fondo.
Encelados en la noche, sin duda eternos,
redimidos de todas luces.

Kabalcanty.copyright©





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