lunes, 28 de noviembre de 2011
VERONICA LONIS
miércoles, 23 de noviembre de 2011
ANA/LOGÍA
lunes, 21 de noviembre de 2011
UNA JORNADA ELECTORAL
sábado, 19 de noviembre de 2011
FESTIVO
jueves, 17 de noviembre de 2011
EN MEMORIA DEL CANTO DEL AVE CARROÑERA
domingo, 13 de noviembre de 2011
EL MÁS ALLÁ DE LA LECTURA

- EL MÁS ALLÁ DE LA LECTURA -
La barriga hacía oscilar la flecha de su corbata por fuera de la barandilla de su piso céntrico. Contemplaba un esquinazo de la acampada en la plaza, sorbiendo su café, regado con unas gotas sabias de brandy, con cierta molestia que se reflejaba en esa peculiar curvatura de su labio superior que adoptó cuando las gastritis se hicieron tan perseverantes. Lo que le parecía inadmisible es que hubiera, junto a los jóvenes que habían tomado la plaza por asalto, gentes de su misma edad y aún mayores. Su suspiro, tras el último sorbo de café, se enroscó en sus pulmones en una flema que tuvo que toser para despegarla. Entró en la casa y tomó de la mesita baja de madera noble el diario del día. Buscó un articulo en concreto para leerlo con avidez, al tiempo que su labio se destensaba y su barriga acompasaba el vaivén de su pecho. Aunque hacía demasiado calor para ser primavera, cerró las ventanas de golpe, echó las persianas y conectó el aire acondicionado. Se estiró la chaqueta sobre las solapas, ajustándose el nudo de la corbata, antes de teclear el móvil. Al segundo tono, le contestó una voz femenina con la que intercambió una serie de datos.
- ......... Perdón, joven, pero hoy me gustaría que viniera Belén, la universitaria activista, la del tatuaje comunista en el culo.
Tras confirmar la cita, enfiló sus pasos hasta el rosario de su madre, colgado a las espaldas de una Virgen del Rocío pintada por un notario, amigo de la familia, poco conocido por sus dotes artísticas, y lo guardó devotamente, con la delicadeza de lo sacro, en un cajón del escritorio. Sin nada más que hacer, se desabrochó los dos primeros botones del pantalón y releyó de nuevo el articulo del periódico a la sombra de su salón refrigerado.
sábado, 12 de noviembre de 2011
UN EXTRANJERO EN LA FERIA

- UN EXTRANJERO EN LA FERIA -
Este inicio de otoño tórrido me ha acompañado esta mañana en mi visita a la Feria Internacional del Libro, LIBER 2011. Había recibido, unas semanas antes, una invitación de la Editorial Bubok, donde tengo publicados mis libros, y aunque en un principio pensé no asistir, luego cierta curiosidad malsana me hizo cambiar de opinión. A las once de la mañana estaba entrando por el torniquete que me daba paso franco a la Feria. Lo espacioso y desangelado del lugar, junto al enjambre prefabricado que tan pronto siembra una cafetería como un pasillo con cinta deslizante, te hace sentir la provisionalidad como algo tan cercano e inminente que te gustaría en ese momento estar apiñado en cualquier vagón de metro sudando en común. Cuando he atravesado la puerta acristalada del pabellón 6, lo primero que se ha puesto en funcionamiento ha sido mi olfato: el olor a papel nuevo. Es un olor que me place, que pierden los libros en sus primeras y últimas hojas, pero que atesoran muchos años en las páginas centrales. Pasar las hojas de los libros de golpe, como si fuese un acordeón mudo, y aspirar su efluvio es un placer barato que, debidamente predispuestos, puedo hacernos viajar a mil y una sensibilidades.
He tomado el primer pasillo con el que me he topado. Casetillas de libros a izquierda y derecha con fuerte iluminación y mucho panfleto publicitario. Las corbatas en ellos y los trajes de chaqueta en ellas ataviaban el rumor de bocas que se afanaban sobre sus maletines como si en ellos hubiera algún incunable del siglo XV. En la confluencia de los pasillos se erigía la caseta de Rumania, invitada especial en esta edición de la Feria. De la inalcanzable techumbre del pabellón colgaban hilos de nylon con libros prendidos de autores rumanos y me ha venido a la cabeza Herta Müller y sus cuentos tan bellamente poéticos. Al final la he encontrado oscilando en pleno ostracismo y sin alas para volar. Sin embargo, he sonreído cuando he visto la generosa calva sobre la que gravitaba la Müller. He mostrado por los pasillos mi soledad con el pudor que conlleva no hallarse en el lugar adecuado. No creo haber visto a ningún escritor, acaso alguno perdido y sin fama, como yo, rondando alrededor de las editoriales on line, protagonistas irrefutables de la Feria. Portaban, dos o tres que me ha parecido vislumbrar, unas ridículas carterillas negras de polipiel donde se suponía encerrado su bagaje literario y desconocido. Desde luego, no estaban cómodos dentro de su rol, dejando su mirada en un más allá que siempre topaba con unos cortinones azulones que tapizaban la luz exterior. No, allí no estaba la Literatura que amo, simplemente se lisonjeaban entre si las periferias que inevitablemente rodean a todo arte que aspira a entrar en comunidad. El comercio de los autores en sus páginas bullía lo mismo que el parquet de Wall Street en cualquier día de Bolsa. Y no es que me parezca mal esta actitud, la cual supongo necesaria si el autor aspira a vivir de sus libros, sin embargo vista así de cerca, a lo crudo, me resulta tan distante a la creación literaria que no puedo por menos que sentirme personalmente muy distante. Me he visto perdido en un mundo en el que se premia más una llamativa encuadernación que un buen texto, a un autor con un traje de Armani y perilla entrecana que a otro con unos vaqueros y barba a lo Valle Inclán, a un libro en una vitrina de una impoluta y moderna avenida que a otro en un tenderete que monta un parado en una acera cualquiera para subsistir.............
A la salida, entre una nube de fotógrafos y un cordón policial que me ha arrinconado atropelladamente, me he cruzado con el señor Rubalcaba. Un hombre alto y gordón se ha lanzado a saludarle con la mejor de sus sonrisas y una leve reverencia nerviosa. El aspirante a Presidente de nuestra nación ha llegado a soslayarme, bastante después que sus guardaespaldas, y yo he aprovechado para escabullirme por una rendija de la puerta de al lado. En el pasillo al aire libre, he sentido un escalofrío a la altura lumbar al caer en las mientes sobre la cercanía del periodo preelectoral. Cuando he sentido el bravo sol otoñal en mi rostro me he notado más ligero, inusitadamente con menos peso, pero será que hace un par de días me extrajo una muela el dentista.
A PRIMEROS, GLORIA

- A PRIMEROS, GLORIA -
Mi mujer y yo hemos madrugado lo justo (esta vez me ha hecho caso y hemos salido de casa lo suficientemente temprano) para encontrar aparcamiento a la entrada del centro comercial. Lo adecuadamente cerca para coger el carrito y entrar al hipermercado sin agobios. Es primero de mes y todos andamos algo acelerados por conseguir las bonanzas del centro.
Hemos llenado el carro con algunos excesos, pero ¿quién se puede reprimir a tantísimas ofertas? Mi mujer ha comprado un ambientador múltiple externo para la terraza, ya que hay que reconocerlo, tenemos unos olores molestos a fritanga procedentes del bar de abajo de la finca; tres rollos, de colores diferentes, de cinta adhesiva que pega por las dos caras; una capucha reversible y amoldable a cualquier trenka, y papel higiénico impregnado en fragancia lavanda.
Yo he terminado picando en la barra de sonido Dolby-D8, que me quedé con ganas el mes pasado, con diez salidas y vibración inalámbrica; un bate de béisbol con radio FM Digital Sound, y lo mejor, un volante para los videojuegos con wifi y piloto automático.
Lo hemos pagado todo con la VISA y encargado para que nos lo lleven a casa a última hora de la tarde.
Al final, lo que siempre ocurre, nos hemos entretenido demasiado para lo que nos queda por comprar en el piso superior, en el de las tiendas de moda.
Si me gustan estas tiendas de ropa es porque se han adaptado al gusto de todas las edades, todos podemos ir convenientemente vestidos a la moda guardando los límites que cada edad exige. Mi mujer prefiere una moda juvenil y desenfadada, un poco en desacorde con su edad y que yo jamás me pondría. Cuestión de formas de madurar.
Verdaderamente todo nos ha salido baratísimo. Nos hemos reído de lo lindo comentando las compras cuando después nos hemos tomado un refresco en el bar que hay junto a los cines. ¿Quién no se viste de recibo con estos precios? Ella se ha comprado tres pijamas nórdicos auténticos. Si que es verdad que en casa hace mucho calor en invierno (siempre andamos en manga corta pues la caldera de gas natural funciona de maravilla), sin embargo nunca se sabe lo que puede suceder en un momento dado. El vaquero con remiendos de retales floreados es tan original que ya le he dicho que escoja la ocasión para ponérselo sin que llegue a ofender su diseño atrevido, pero fino. Y los botines de doble curvatura en la punta le encajan a medida para su estilo.
Yo tampoco me he quedado atrás. Una ganga de chaqueta sport de lana con solapas de cuero, para cenas informales, por menos dinero que la camisa de doble cuello, escocés y blanco, con botones de raso. Y además unos pantalones burdeos de cinturilla alta y bajo con vuelta, igualitos a los que llevaba ese famoso que vimos el fin de semana pasado por las calles del centro. ¡Auténticos chollos!
Luego, hemos tomado unas hamburguesas deliciosas, para después coger el coche y llegar a casa con tiempo de sobra para recibir la compra que nos traigan del hiper. Ha habido un momento en que nos hemos mirado a los ojos y nos hemos tomado las manos emocionados, tal y cómo hacíamos de novios. Y es que estos días nos unen tantísimo, nos recuerdan tanto que nos queremos, que acabamos riéndonos y besándonos sin ton ni son. Es lo que tienen los primeros de mes.
TITULOS PUBLICADOS
VOLVER (VERSOS DESDE UNA FOTO)

VOLVER
(VERSOS DESDE UNA FOTO)
Nunca debí abandonar la bruma
que algodona el puente colgante,
su incertidumbre, su inestabilidad,
su amplia sinceridad inacabada
que intuía el vello de mis piernas
en el vacilar prendido de mis pasos.
Nunca debí colmarme de visibilidad
para cerciorarme del acorazado horizonte
que, arrugado como guiñapo infértil,
atrapa el suspiro de los imbéciles.
Jamás tuve que tomar el respiro
que confundió los aires purificados
con el aliento de pretéritas fauces
que sólo eran el reclamo del eco
que, milenario, zumbaba fantasmal
en el vacío del que me sabía a salvo.
Digo nunca, como veis al frente,
con el entusiasmo del retorno
que sobradamente irrespirable
es morada de cuestionables paredes
que digiero sin forzar mi mudez.
Y DUELE

- Y DUELE -
Sellas tus párpados sin mirarme
y te enrocas a tu espalda
contrayéndote a mis dedos.
La senda de tus besos oscurece
en un invierno tan crudo
que pende su silencio en estalactita.
Sin duda mi muerte no es terrenal,
no yazgo macilento y sin latido,
mas me adornan punzantes lágrimas
que enrejan mis ojos nocivos
y despellejan mis pies enraizándolos
en tamaña quietud que me sepulta.
Tu corta pero afilada distancia
me deja sin ramas, sin dúctil boca
que te amolde a mis palabras,
es el embozo del vacío que huí
cuando me sostuviste con tu sonrisa.
No insinúes mi deriva,
sea tu impronta dolorosa en mi mejilla
y prescindir del relieve de tus ojos,
pero equilibrarte al canto de mi uña,
unívoca, amor de mis amores.
(sin titulo)
LO QUE NOS CUENTAN LOS MORTALES

- LO QUE NOS CUENTAN LOS MORTALES -
Cuando nos derrumbamos, en las afueras del camino transitable, pronto fuimos pasto de las moscas, sin que nuestro recuerdo luciera de forma particular. Los que deambulaban por la firmeza del empedrado tenían sus quehaceres en la mente y la posibilidad de transitar con los pies de plomo.
El enjambre de moscas que nos cubría nunca fue noticia para ellos.
Al parecer, después hubo una tormenta que se empecinó entre los riscos y sembró lodo ácido que erupcionaba la piel.
Como nosotros, algunas moscas murieron. Mostrábamos roderas en nuestros cuerpos yertos salpicadas de bulliciosos insectos sobrevivientes.
Sé que era otoño, y que en nuestro desmoronamiento hallamos una placentera calma.
Los que habrían de derrumbarse más tarde, mujeres y hombres que copularían sin tiento, escribirían con un tizón de nuestras ascuas frases inconexas sobre nuestro breve rastro.
Se cuenta que un quizás esquizofrénico, el más desheredado de todos, uno que gritaba palabras sólo cuando la Luna no era demediada, ese que condujo un poema con algunas frases inconexas y lo enterró a la linde del empedrado.
El eco de un chinazo precipitado al vacío siempre lo festeja.
Cuando nos derrumbamos, después de otros y antes que los demás, hubo una pausa ficticia con sospecha duradera.
Minutos longevos debieron parecer a un suicida que cayó exhausto al correr jubiloso.
En un poco más, trémula, surgió otra planta sin tallo, y tras varios traspiés, aplastó su flor contra el lodo que llovería.
HILVANANDO

- HILVANANDO -
(Para Isabel, Sara y Eduardo)
La rueca hila los días
tejiendo celestes, amarillos y rojos,
inocentes besos en comisura,
la bola de fuego que nos rueda,
teje amaneceres abrazados,
sonrisas que tornean surcos,
esperanzas que encalan estrellas,
orgasmos que suscitan arcoiris,
abrazos sobrados de palabras,
y teje que teje el negro de la sombra,
la cola lacrimosa del hilván
que estremece nuestras uñas,
el desaliento que nos renace.
La rueca hila los días,
todas las noches gozadas,
insumisa, sin detener su noria,
asiente dar puntada de tormenta
y encelarnos al relámpago,
nos luce recostados en la Luna
cuando nos creímos deshilvanados,
presos, sin sombra que nos recueste.
(Kabalcanty. 2011)
DESCALZOS EN EL AIRE

- DESCALZOS EN EL AIRE -
( Desde una canción de Steve Hackett )
Nos conocimos como brisa de mar
y no subimos más peldaños.
Abandonamos la lengua a la borrasca
y nos abrazamos en el látigo del rayo,
sorteando pezones de montañas
con bocados de nubes gríseas.
Sin parar el grito de nuestra risa,
descalzos en el aire,
un alud de gotas esmeraldas
nos hermanó al hombre más perverso
y un volátil pubis femenino
nos mojó los labios con humores
níveos al derrocharlos al paso
y titilantes ambarinos al celeste.
Cruzamos las noches como lucernas
que acompasaban plenilunios,
sin resuello al umbrío pensamiento
que mascullaba distante
calzados sus pies en tierra.
La melodía era vendaval
que nos trasegaba sin cáscara,
desviciadas nuestras esquinas
de los crisoles cocinados ayer.
Solamente oyentes y olvidadizos,
descalzos por el aire,
sin velarse en que mañana
suene demorada hoy.
Kabalcanty. 2011.
CINE

- CINE -
Son tu oscuridad lentejuelas,
amparo de la ilusión, fe ciega.
Desde mis ojos tu pantalla es vida
enredada en un calidoscópico sortilegio
que acabará insistiéndome en tu imagen.
Me superpongo al beso del adiós,
corro en pos de infinitas estrellas,
soy un criminal de butaca prendida,
lloro desesperado y grito y río...........
La luz no me reconoce perfil
y siento la cercanía de mi espalda alada
con el viso amable del celuloide
discurriéndome por la creencia
siempre inconsciente en lo remoto.
Un poco más, al regusto de lo eterno,
la muerte para los mortales, no más,
el lapsus que recomponga mi tristeza
o siquiera un abalorio sonoro
que me sepa al albor de la sala.
Suficiente como la sed que te ansía
entre el embalaje de tanta prosopopeya.
(Kabalcanty. 2011)
SUEÑO VERDE

- SUEÑO VERDE -
Te has dado de bruces, sin quererlo,
con el remoto sueño pintado de verde
que ha rodado, juguetón, por la calle en cuesta.
Mira tu silueta incrédula, cargada de espaldas,
y escapa un chillido agudo que es risa,
que tiñe tu embeleso de filamentos rosas
y tu titubeo de baba ámbar cristalizada.
Al acercarte, las aceras se arquean,
las fachadas gotean lanudos cabellos bicolores
que te abanican con electricidad
y de las tiendas surgen gentes alborotadas
irradiando los ripios de la reina de la noche.
Tus espaldas, en ese compás de duda,
las cubren una monstruosa y expectante ola
que riza sus espumas al cielo verde
lloviéndote su cerco salitroso en la manga.
Indudablemente, te avanzas, sucumbes con agrado,
cierras los ojos, te abalanzas, te dejas,
y rompe un estallido multicolor y altisonante
que inunda, en cascada, cuesta abajo
y desborda el río que ladean los puentes
y se presta al bostezo de una alborada
que mancha soles y lunas al alimón.
viernes, 11 de noviembre de 2011
LA RESISTENCIA

- LA RESISTENCIA -
Sin que les faltase de nada,
nos dieron unas migajas a voz en grito.
Debía ser noche cerrada
porque sus rostros eran sombras alargadas
intimidándonos con sus manos sarmentosas,
goteando su dádiva escrupulosamente.
Fueron siglos donde todas las noticias
proscribieron nuestra desgana,
la falta de entusiasmo en la producción,
nuestro descrédito hacia el deber.
Tanto acumulamos para defendernos
que la audiencia optó por una serie,
placentera y sin hollín verborreico,
de estilismo rectangular televisivo
con emociones calculadas en pulgadas.
No nos vinimos abajo,
ni siquiera arriba, custodiado por fuerzas especiales,
esperamos el estruendo de alguna explosión
que nos dirimiera el fortín desvencijado.
UN CASTILLO KAFKIANO
UN CASTILLO KAFKIANO
No es plato de gusto verse convertido en una especie de escarabajo de la noche a la mañana. Es extraño pero puede darse el caso, máxime si el sujeto en cuestión es un tipo de pesadillas retorcidas y visiones ajenas al común de los viandantes. Todo se puede complicar, en principio, si tu padre te inculpa de la mutación reprochándote tu falta de entereza como hombre para afrontar el umbral de la madurez. "Si ni siquiera eres capaz de apechugar con el matrimonio, no puede sorprendernos ya nada", diga quizás tu padre, escudriñando la multitud de patitas que ahora forman tus extremidades. Los demás miembros de la familia callan respetando la voz del padre y otorgan, por ende, que esa condición nueva de insecto es algo tan ineludible como buscado, que la naturaleza demasiado delicada de ese hijo mayor, rara en un hombre de cumplidos los treinta años, ha engendrado en su cuerpo una diferenciación determinante. Todos le miran, ahí medio incorporado en el catre, como la consecuencia que siempre se temió. Él, por el contrario, hubiera preferido que por lo menos su madre clamara a gritos la metamorfosis, pero no pasó nada de eso.
Como la vida sigue, siempre sigue a pesar de todo, al tercer día tuvo que incorporarse al trabajo. El sudor negro, que ahora se escurría por su caparazón y se enroscaba entre los pelillos diminutos de sus patitas antes de encharcar el suelo o el lecho, apenas dejó de afluir por sus nuevos poros el día antes de incorporarse al trabajo. Sabía de sobra que su aspecto le traería malas consecuencias y no se equivocó. El guarda de seguridad que custodiaba la entrada en el Ministerio, donde había trabajado sus ocho últimos años, no le dejó pasar y llamó a su superior para aclarar aquella escaramuza deshabitual. Lógicamente el revuelo no tardó en generalizarse. Los empleados miraban por las ventanas como aquel escarabajo, vestido de traje y sosteniendo a duras penas su verticalidad con un bastón, humillaba sus ojillos hundidos indefectiblemente avergonzado. Algunos le hacían burlas desde las alturas y otros, sobre todo las mujeres, se tapaban el rostro con claros signos de repugnancia. Hasta el mismísimo señor P. ,su jefe en el departamento, se acercó personalmente a la entrada del Ministerio para encarársele. "Es realmente vergonzoso, K., que trate de presentarse usted en estas condiciones en su puesto de trabajo. Bastante es sabido (creo que hasta su excelencia nuestro Jefe de Sección es conocedor) que su falta de dedicación laboral le ha impedido acceder a la categoría superior, obvia en cualquiera de nuestra sección. Todos sabemos de sus...... bueno de sus abstracciones literarias, de sus entretenimientos escritos, que permítame que le diga, K., a nadie le parecen recomendables para labrarse un futuro, ni dentro del Ministerio ni fuera. Nos parecen los delirios de una mente enferma repleta de complejos. Y ahora nos viene usted con esta espantajada. ¡Le juro que esto no va a quedar así.", le exhortó, con los pulgares colgados de las solapas de su chaqueta y merodeando a su alrededor pero a prudencial distancia. El Ministerio, sin más dilación y como estaba previsto, le denunció. El ahora escarabajo K. tuvo que enfrentarse durante varios años, puede que tres o cuatro, a una serie de citaciones y juicios rápidos que llenaban jornadas y más jornadas a lo largo y ancho de pasillos y despachos repletos de legajos, donde siempre aparecía un funcionario que le hacía un sinfín de preguntas tras rellenar un formulario que siempre debía firmar con la huella de una de sus patitas. El abogado de oficio, al que luego renunció por considerarle demasiado lerdo y alejado de sus reivindicaciones para pasar a defenderse solo, nada más conocerle le aconsejó que añadiera a su K., incierta , sospechosa y proclive a la diferenciación, una distinción profesional que sirviera de referencia al Tribunal en el proceso. Acordaron que Agrimensor K. era una buena opción.
Como cada vez su presencia en la casa familiar era más que molesta, el extraño escarabajo Agrimensor K. se mudó a una de las rejillas de ventilación del metropolitano. Todos le vieron partir una mañana, pero disimularon espléndidamente y, en un par de horas, su cuarto era desalojado y ventilado convenientemente.
A lo largo de su tortuoso proceso, cierto día se encontró con R., la mujer con la que rompió pocos días antes de casarse. Ella, después de dar un gritito, rompió a llorar estruendosamente y tapándose el rostro. Después simplemente se fue, dejándole a él una estela de ese perfume que tan bien conocía.
Llegó el día de la sentencia y aconteció tan raudamente que el Agrimensor K. apenas tuvo tiempo de acomodarse en su banco de acusado. "Este tribunal considera culpable al acusado, instándole de inmediato a que abandone su actitud individualista, diferente y provocadora que tanto daño hace al resto de los que fueron sus semejantes". Él, sacando unas fuerzas que cada vez le eran más lejanas, apeló, sintiendo una palpitación que resonaba en eco dentro de su caparazón. "Le rogamos al acusado que las apelaciones las exponga convenientemente en El Castillo", dictó el Juez, dejando caer su mazo sobre la mesa.
Al Agrimensor K. no le quedó otra que dirigirse en tren ( en el que obviamente viajaba gratis, justo en un rincón del pasillo al resguardo del tubo de la calefacción) a la región donde se hallaba El Castillo. Era un paisaje emborronado por las cercanas minas de carbón en el que el edificio, un castillo medieval en toda regla, se erigía majestuoso en lo alto de un promontorio. Se encontró con dificultades, pues nadie en el pueblo, que rellenaba el valle neblinoso del humo de carbón, le daba razón del horario al público de El Castillo. Cuando mencionaba la fortaleza, a todos les acometía una prisa instantánea que dejaba al Agrimensor K. con la palabra en la boca. Al día siguiente, tras un ligero sueño a la entrada de la pensión, se encaminó a temprana hora a comenzar con los trámites de su apelación. Llegó al Castillo y entró sin oposición con la gran puerta de herradura abierta de par en par. Luego penetró por un pasillo largo y oscuro hasta que vio una lucecita sobre una mesa vacía en la que daba cabezadas un bedel. Con un carraspeo propio de escarabajo, despertó al bedel. Este, sin abrir los ojos, le entregó un pliego oficial, con el membrete impreso en la parte superior de la hoja. Mojando sus patitas en tinta lo rellenó y siguió por el otro pasillo, tan oscuro y largo como el primero, que le señaló el bedel al entregarle el pliego.
El Agrimensor K entró por el portón en herradura de El Castillo y jamás se supo que saliera. Dicen los lugareños que se halló un manuscrito sin concluir a la entrada de la pensión que terminaba de la siguiente manera: "......pues de otro modo la historia puede tornarse aburridísima también; también este elemento contiene. Pero intentemóslo........".